jueves, 27 de febrero de 2014

La "Laponia del sur" o cómo ser ciudadano cuando los vínculos sociales se hacen tan difíciles

Una iniciativa de nombre original (Serranía Celtibérica), tras la que se encuentra un profesor universitario turolense y un proyecto I+D de prehistoria y arqueología está teniendo cierto eco en las provincias que más sufren la despoblación y el abandono en España: Soria, Teruel, Guadalajara, Cuenca, aunque también otras como Huesca, Palencia, Zamora o Salamanca. La prensa de dichas provincias e incluso algunos partidos y autoridades locales han dado rápidamente apoyo a dicha iniciativa. Aunque de límites difusos, la iniciativa identifica un amplio territorio de España con densidades de población únicamente equiparables en Europa a las de Laponia (7,72 habitantes por kilómetro cuadrado, afirman), las tasas de natalidad más bajas y, en cambio, las tasas de envejecimiento más altas, afirman, de toda la Unión Europea.


Obviamente, el fondo de la iniciativa tiene todo mi apoyo, además de porque mis orígenes están en el centro de dicho territorio celtibérico y conozco muy de cerca el fenómeno que denuncia la iniciativa, porque creo que desde la academia y las ciencias sociales estamos también -o sobre todo deberíamos estarlo- para sacar a la luz pública e introducir en la agenda política aquellas realidades desconocidas y que necesitan de intervenciones, como en este caso, de fondo y, además, bastante urgentes.

El problema de estos territorios, de lo que yo vendría a llamar la "España despoblada y abandonada", es que la dinámica social de las últimas décadas no ha tenido más alternativa que el abandono y la despoblación. A pesar del mantra del "desarrollo rural" y del muy relativo éxito local de algunas iniciativas aisladas en épocas de bonanza, la dificultad en la prestación y recepción de servicios públicos, la escasez y desigualdad comparativa de los mismos, las inseguridades de la distancia y el aislamiento (por ejemplo, ante emergencias sanitarias), aunque han sido cubiertas en buena parte por las comunidades autónomas (especialmente en épocas de bonanza), únicamente han tenido un efecto paliativo. En cierto modo, la filosofía subyacente es que el servicio se mantiene hasta el día en que se acabe, y se estima que ese día llegará más temprano que tarde. Esto ha ocurrido últimamente, y de forma más bien acelerada, con aulas rurales, centros médicos, casas tuteladas, farmacias, etcétera. Sin esos vínculos institucionales, a la despoblación definitiva únicamente le queda un acelerón final.

El problema es que las recetas "imaginativas" suelen venir siempre "de fuera". Por eso yo no tengo una propuesta de solución al problema de la despoblación, y no me siento con legitimidad alguna para proponer. Lo que sí creo es que debería ser un objeto de atención prioritaria saber qué piensan y cómo viven esta realidad quienes viven en esta "Laponia del sur". Me interesa saber cómo viven y en qué grado se sienten ciudadanos estos habitantes cuando los vínculos sociales de las sociedades contemporáneas, en este contexto, se hacen tan difíciles. Escuchar y recopilar esta información resultaría entonces fundamental para que sean ellos, y no otros, quienes nos digan cuál es el problema y qué hacer para que millones de kilómetros cuadrados de nuestro territorio no queden definitivamente abandonados. ¿Cómo hacer sociedad -cómo ser ciudadano- cuando todo parece conducir a la desaparición de dicha sociedad? Es un campo de estudio infinito para los sociólogos, y de urgente actuación para la acción pública.

lunes, 24 de febrero de 2014

Explicando Sociología del Derecho

Este es el cuarto curso consecutivo en que imparto en el Grado de Criminología de la Universidad de Barcelona la asignatura de Sociología del Derecho. Todo empezó por pura necesidad y obligación: en el departamento universitario en el que entré a trabajar a finales de 2010 no había expertos específicos en esta materia y yo llegué acreditando una doble formación en sociología y en Derecho. Pero ser sociólogo y también jurista no implica tener competencias, de por sí, en una materia que, recién trasladado de Madrid y además sin experiencia ni artes docentes, era para mí completamente nueva. Un auténtico reto. Por ello, como siempre que un docente universitario asume una nueva asignatura, y más en el sistema universitario español, el desarrollo del primer curso fue para mí (y seguro que para mis estudiantes de entonces) un compendio de grandes esfuerzos y de mucha improvisación.

Sin embargo, superada la primera dificultad, la Sociología del Derecho ha acabado siendo para mí una materia apasionante. Preguntas como: ¿cómo se produce y quién produce el Derecho? ¿Cómo se legitima el Derecho vigente y cómo cambia? ¿Cómo influye el cambio social sobre el Derecho y cómo el Derecho puede ser un instrumento de cambio social? Son preguntas de grandísimo interés en sociedades donde el Derecho está en todas partes y atraviesa constantemente nuestras vidas, pues el Derecho no solo nos viene de arriba, sino que es, en sociedades democráticas, un "lugar común", una experiencia común y cotidiana que afecta a nuestras vidas en función de la posición social que ocupamos cada uno de nosotros.

El proceso de enseñanza y aprendizaje de la disciplina pasó por varios estadios. El siguiente curso que tuve que impartir la asignatura, impartí un programa ya bastante completo de Sociología del Derecho pero, como algún estudiante me hizo ver a finales de curso, ¿qué tenía que ver dicha materia con la criminología? Ciertamente, me faltaba abordar un vínculo más claro entre ambas áreas de conocimiento. Ahí es donde apareció a mi rescate Susan Silbey, coautora de un gran trabajo de sociología del Derecho, yo diría que ya convertido en un auténtico "clásico", The Common Place of Law, con un magnífico artículo de 2002 llamado "Mutual Engagement: Criminology and the Sociology of Law" publicado en Crime, Law & Social Change, 37: 163-175. Exactamente: la sociología del Derecho y la criminología ocupan un espacio de compromiso mutuo. No es posible la una sin la otra, o al menos no es posible una criminología realmente completa sin contar con una perspectiva sociológica del hecho delictivo y de su regulación.

A partir de entonces todo ha sido disfrutar de este fructífero campo de estudio. Las referencias norteamericanas e internacionales ayudaron a mejorar un programa de estudio más basado en los grandes debates de la ley y el control social, la ley y el cambio social, la evolución de la legitimidad del Derecho y de la idea de justicia, con ejemplos cada vez más cercanos a los estudios criminológicos. El manual de Steven Vago "Law and Society", el más utilizado en los programas académicos norteamericanos, ha ayudado mucho en la mejora del programa, pero sobre todo quiero destacar la introducción de los estudios de caso para comprender mucho mejor la dimensión social del delito, de la ley penal y de la justicia criminal. Así, este año los estudiantes trabajarán y debatiremos en el curso acerca del papel de los medios de comunicación en la presión para el cambio legal, de la idea de "legislar en caliente" ante "procesos penales mediáticos", así como sobre la tensión entre nuevas tecnologías, delincuencia organizada y su difícil legislación o sobre procesos actuales vinculados con la legalidad de la seguridad pública y la seguridad global.

Solo me queda decir que este avance cada vez más práctico en esta magnífica disciplina solo ha sido posible gracias a generaciones u hornadas de muy buenos estudiantes, de los que guardo un gran recuerdo. Apenas llevamos unas clases de este curso, pero la experiencia de este año promete el mismo buen ambiente de trabajo de años anteriores, si no mejor. A disfrutar, pues.

viernes, 7 de febrero de 2014

Capítulo sobre ciudadanía en el libro colectivo "The Reconceptualization of European Union Citizenship"

Se acaba de publicar el libro colectivo The Reconceptualization of European Union Citizenship en el que participo, en coautoría con F.J. Moreno Fuentes, con un capítulo titulado "Dealing with Loopholes in National and EU Citizenship: Spanish Nationality in the Case of Western Sahara".

En el capítulo retomamos parte de uno de nuestros trabajos previos sobre la nacionalidad española para aplicarlo al caso "marginal" (porque tiene lugar en los márgenes más remotos de la ciudadanía) de la fallida descolonización del Sahara Occidental por parte de España.

Creo que es una perspectiva original, puesto que muestra los límites volátiles de la ciudadanía, en este caso, en función de herencias del pasado: si España reconociera, como así debería ser, la nacionalidad española a los saharauis, éstos pasarían inmediatamente a ser ciudadanos europeos.