La sociología es una ciencia social de las ciudades. Es la ciencia de la sociedad industrial y posteriormente de la sociedad postindustrial, la disciplina de estudio del trabajo asalariado y después la de la crisis de las sociedades salariales. El ámbito rural no ha interesado demasiado a la sociología, o si lo ha hecho ha sido, bien como ejemplo de una especie de comunidades "presociales", bien de forma colateral, por ejemplo, al explicar el origen de los movimientos migratorios, o bien a través de una subdisciplina, la "sociología rural".
No soy experto en "sociología rural", pero con un vistazo a los temas tratados desde la sociología rural en los congresos nacionales e internacionales más recientes y a las revistas de mayor impacto internacional sobre el tema, me da la impresión de que esta subdisciplina tampoco parece ayudar demasiado a conocer los problemas actuales que implica la formación de vínculos sociales en el ámbito rural. Con un vistazo a las últimas públicaciones en revistas indexadas en el Web of Knowledge aparecen investigaciones sobre lo rural en varios sentidos: investigaciones sobre economía agraria (estas son sin duda necesarias), investigaciones sobre políticas de desarrollo rural decididas desde los centros urbanos (es decir, lo irreal), investigaciones sobre caciquismo y clientelismo (el tópico), e investigaciones sobre todo en "países emergentes", como Brasil o la India (el exotismo). Sobre la experiencia social de quien vive en el mundo rural, en cambio, hay pocas investigaciones, y si emergen en muchas ocasiones se trata de trabajos, por ejemplo, sobre los "neorrurales" (otro tópico exótico), no sobre los que tienen sus raíces, han vivido y trabajado siempre allí. Pues bien, me da la impresión de que aquí hay un campo de investigación por explorar y que a día de hoy puede tener gran interés. Sin necesidad de ser catastrofista, puede ser una última oportunidad de saber cómo han vivido y viven los que quieren seguir haciéndolo en el mundo rural.
El Gobierno de Castilla-La Mancha va a cerrar el próximo curso todas aquellas aulas rurales con menos de 10 alumnos, lo que, en una comunidad con una población muy dispersa y formada en buena parte por pequeños o, mejor dicho, diminutos núcleos de población, va a afectar a un gran número de centros educativos. Por la estructura de su población y poblamiento, las provincias más afectadas serán, sin duda, Cuenca y Guadalajara.
Vamos a fijarnos en un rincón, lleno de historia, de esta última provincia: el Señorío de Molina. Uno de los territorios más despoblados de España (apenas 3 habitantes por kilómetro cuadrado, probablemente menos en la cruda realidad del invierno), en él pueden cerrar hasta 6 escuelas: Alcoroches, Alustante, Tordesilos, Orea, Peralejos de las Truchas y Villel de Mesa. En el resto de la provincia de Guadalajara cierran 11 escuelas más y hasta 37 en la provincia de Cuenca. Muchos son pueblos con deficientes comunicaciones, que a menudo quedan aislados en invierno y que tendrán el centro escolar más cercano a varias decenas de kilómetros.
Quienes comentan las noticias lo tienen claro: es la "muerte" de los pueblos. Aquí hay varias preguntas para lanzarnos ahora mismo a dichos pueblos a saber qué pasa: ¿qué van a hacer las familias cuyos hijos se vean afectados por el cierre de la escuela? ¿Permanecerán o decidirán marcharse? ¿Qué implicaciones tendrá el cierre de la escuela en la actividad económica o laboral de las familias? ¿Qué efectos directos va a tener sobre la vida en los pueblos? ¿Cómo lo viven, cómo perciben su condición de ciudadanos (teóricamente iguales a todos los demás) ante la pérdida de un servicio público esencial y absolutamente necesario? Creo que aquí tenemos un campo para lanzarnos a ejercer realmente una "sociología pública", además de denuncia, de conocimiento de una parte de la sociedad (pequeña, minoritaria) cuyas vidas desconocemos.
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