Andamos a vueltas últimamente con tratar de discernir qué es y qué no es democracia, de definir la democracia y sus opuestos en la autocracia, el autoritarismo, el populismo o el totalitarismo, o bien de pelear constantemente con los puristas (o fetichistas) de los conceptos que no es que no debatan sobre qué es y qué no es, sino que se limitan a plantear verdades absolutas o visiones únicas de la democracia desdeñando cualquier posibilidad de introducir mínimos matices, y ya no hablemos de críticas.
Muy sensible a la cuestión, se acaba de publicar un magnífico libro que quiero recomendar: "Los pocos y los mejores: localización y crítica del fetichismo político" de José Luis Moreno Pestaña, editado por Akal y Premio Internacional de Pensamiento 2030. Fruto de una línea de trabajo consolidada con su anterior libro, "Retorno a Atenas. La democracia como principio antioligárquico", y producto de la preocupación del autor por la explosión pública de los "expertos" a inicios de la pandemia de marzo de 2020 (explosión efímera a la vez que dañina, pues un año después de dichos expertos no quedan más que cenizas y mares inmensos de dudas...) como los únicos legitimados para saber, opinar y decidir sobre nuestro ser, presente y futuro colectivo, contamos con una muy sugerente invitación a pensar las opciones que, en lugar de cerrar caminos, nos abre la democracia. Frente a diversas derivas de las sociedades democráticas en la última década (tecnocracia, desencantos varios, populismos elitistas...), Moreno Pestaña nos refresca haciéndonos volver a las raices: ¿qué es democracia? Son muchas cosas a lo largo del libro, entre ellas participación, inclusión, moralidad pública, incluso bondad..., y sobre todo un principio contrario a la formación de oligarquías y, en cierto modo, de mantenimiento de un justo intermedio moral orientado hacia el bien colectivo. Pero no nos engañemos: si las elecciones en los sistemas de partidos han acabado formando oligarquías, castas o una "clase política" no quiere decir que la elección de representantes haya dejado de ser útil para la democracia. Más bien implica repensar el sentido de dichas elecciones y el error de fiar el concepto de democracia a la mera competencia electoral en sistemas de partidos. El autor pone, con mucha inteligencia, sobre la mesa otras opciones frente a diversos fetichismos (como el de asociar democracia con elecciones a partidos), entre las que destaca el sorteo, objeto ya de reflexión en su anterior trabajo, del que nos previene que tampoco tiene por qué ser la panacea de una futura democracia perfecta que prevenga la formación de oligarquías.
Es una lectura que viene muy bien en estos tiempos que corren, que previene contra la polarización, las lecturas únicas de la realidad y, como dice el título del libro, el fetichismo político, bien localizado en la defensa acérrima de conceptos sin someter a contradicción, negados a la discusión y abiertos a la participación. En otros términos, fetichismo contrario a la propia idea de democracia. Además, me permito añadir, es un placer que una contribución así nazca de nuestro contexto intelectual y no, como la mayoría de las veces ocurre, y cada vez más en la universidad, de un producto importado y descontextualizado. Es un valor añadido que merece la pena resaltar, sin duda alguna.
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