Una iniciativa de nombre original (Serranía Celtibérica), tras la que se encuentra un profesor universitario turolense y un proyecto I+D de prehistoria y arqueología está teniendo cierto eco en las provincias que más sufren la despoblación y el abandono en España: Soria, Teruel, Guadalajara, Cuenca, aunque también otras como Huesca, Palencia, Zamora o Salamanca. La prensa de dichas provincias e incluso algunos partidos y autoridades locales han dado rápidamente apoyo a dicha iniciativa. Aunque de límites difusos, la iniciativa identifica un amplio territorio de España con densidades de población únicamente equiparables en Europa a las de Laponia (7,72 habitantes por kilómetro cuadrado, afirman), las tasas de natalidad más bajas y, en cambio, las tasas de envejecimiento más altas, afirman, de toda la Unión Europea.
Obviamente, el fondo de la iniciativa tiene todo mi apoyo, además de porque mis orígenes están en el centro de dicho territorio celtibérico y conozco muy de cerca el fenómeno que denuncia la iniciativa, porque creo que desde la academia y las ciencias sociales estamos también -o sobre todo deberíamos estarlo- para sacar a la luz pública e introducir en la agenda política aquellas realidades desconocidas y que necesitan de intervenciones, como en este caso, de fondo y, además, bastante urgentes.
El problema de estos territorios, de lo que yo vendría a llamar la "España despoblada y abandonada", es que la dinámica social de las últimas décadas no ha tenido más alternativa que el abandono y la despoblación. A pesar del mantra del "desarrollo rural" y del muy relativo éxito local de algunas iniciativas aisladas en épocas de bonanza, la dificultad en la prestación y recepción de servicios públicos, la escasez y desigualdad comparativa de los mismos, las inseguridades de la distancia y el aislamiento (por ejemplo, ante emergencias sanitarias), aunque han sido cubiertas en buena parte por las comunidades autónomas (especialmente en épocas de bonanza), únicamente han tenido un efecto paliativo. En cierto modo, la filosofía subyacente es que el servicio se mantiene hasta el día en que se acabe, y se estima que ese día llegará más temprano que tarde. Esto ha ocurrido últimamente, y de forma más bien acelerada, con aulas rurales, centros médicos, casas tuteladas, farmacias, etcétera. Sin esos vínculos institucionales, a la despoblación definitiva únicamente le queda un acelerón final.
El problema es que las recetas "imaginativas" suelen venir siempre "de fuera". Por eso yo no tengo una propuesta de solución al problema de la despoblación, y no me siento con legitimidad alguna para proponer. Lo que sí creo es que debería ser un objeto de atención prioritaria saber qué piensan y cómo viven esta realidad quienes viven en esta "Laponia del sur". Me interesa saber cómo viven y en qué grado se sienten ciudadanos estos habitantes cuando los vínculos sociales de las sociedades contemporáneas, en este contexto, se hacen tan difíciles. Escuchar y recopilar esta información resultaría entonces fundamental para que sean ellos, y no otros, quienes nos digan cuál es el problema y qué hacer para que millones de kilómetros cuadrados de nuestro territorio no queden definitivamente abandonados. ¿Cómo hacer sociedad -cómo ser ciudadano- cuando todo parece conducir a la desaparición de dicha sociedad? Es un campo de estudio infinito para los sociólogos, y de urgente actuación para la acción pública.
No hay comentarios:
Publicar un comentario