Los cuadernos de bitácora virtuales o, en lenguaje más modernillo, los blogs (palabra que ya incluyó la Real Académica en su diccionario) han vuelto con la crisis del coronavirus. Tuvieron su momento de auge a principios de los 2000 (yo mismo abrí este espacio por aquellas fechas, aunque solo queden archivos desde 2008) pero fueron relegados años después por el auge de Facebook (podías escribir, aunque más breve y añadiendo una foto, que quedaba muy cuqui) y posteriormente de las barras de bar de borrachos que son las "redes sociales" actuales: Twitter, o "a ver quién la suelta más fuerte en el menor número de palabras posible", o Instagram (aquí ya me pilla la barrera generacional: admito que no entiendo para qué sirve ni qué aporta esa "red social"). Salvo de la quema a Youtube, que junto con el auge de personas que van por el mundo hablándoles solos a una cámara (¿cuántas veces se habrán chocado con farolas por no ir mirando donde uno debería mirar?), incluye documentos gráficos e históricos de enorme valía, desde el entretenimiento más puro hasta excelentes documentos históricos (por ejemplo, las imágenes del juicio sumarísimo a Ceaucescu, el asesinato de Lumumba y el ascenso al poder de Mobutu, por no citar más que dos casos que me vienen a la cabeza).
Bueno, pues sí, he visto en estas ya más o menos entre dos y tres semanas que llevamos confinados en España y buena parte del mundo que están volviendo los blogs. La explicación rápida debe ser que ahora ya no tenemos tanta prisa, tenemos tiempo por delante para pensar y más de uno he razonado que qué mejor terapia, o simplemente actividad, que volcar estos pensamientos y reflexiones en ese viejo instrumento, que nunca murió, que son los blogs. Pero yo creo que el regreso al blog (y también a Facebook, a quien le auguro una segunda juventud con el coronavirus) pasa por algo más, en los tiempos tan rápidos que vivimos. Lo cuento a partir de una observación personal: yo empecé estos días intentando obtener información por Twitter. A mí Twitter me genera una doble reacción: me parece interesante como medio de información rápida y me produce gran rechazo la "barra de borrachos" siempre dispuestos a opinar de cualquier cosa. A veces me puede más una cosa y lo sigo, y otras me surge el desprecio y lo dejo de consultar, incluso durante meses. Pues bien, como decía, seguí mucho Twitter, a primeros de marzo, ante la creciente preocupación por el coronavirus. Incluso me activé participando y escribiendo mis comentarios. Pero de unos días a ahora, sinceramente, ya no puedo más. Es un ciclo, lo sé, pero como muchos otros redescubro la necesidad de escribir algo más y aquí está el blog.
En los próximos días quiero publicar reflexiones sobre diversidad de temas. Como entre otras cosas me he convertido en maestro de mis hijos, quiero escribir sobre la importancia de la escuela como institución, ahora que la echamos tanto de menos. Paradojas de la vida, un terreno, la "sociología de la educación" del que no tengo especiales conocimientos, ahora atrae toda mi atención. Pero espero no quedarme aquí: quiero escribir sobre emociones, sobre miedo, soledad, comunicación virtual. Ya veremos qué sale.
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