Llega un merecido descanso a la actividad docente, aunque el semestre universitario de otoño-invierno aún tiene su punto álgido en el mes de enero. Ha sido un semestre muy extraño, ya que empezamos, al menos en la Universidad de Barcelona, con un sistema de presencia alterna por semanas por parte de los estudiantes. Era un sistema que ellos mismos han contado que no les funcionaba realmente, generaba tensión entre los docentes (yo acabé agotado más de un día de estar hablando en clase con la mascarilla), los estudiantes desde casa no se enteraban ni de la mitad del contenido y nosotros tampoco es que estuviéramos especialmente preparados para la situación.
Pronto nos obligaron a pasar a una docencia online, que en realidad no es tal. La docencia online deja mucho espacio para el trabajo autónomo, pero esta que hemos tenido nosotros, en realidad, ha sido una "docencia presencial (había que estar presente en clase en horarios fijos) a distancia". Me consta que para los estudiantes no ha sido fácil: en el curso de Técnicas de investigación, tanto para alumnos de Grado como de Master, tuvimos sendas experiencias de grupo de discusión virtual donde los estudiantes compartieron sus experiencias sobre la cuestión. No todo en su narración era negativo, no obstante, pero quedó claro que con esta situación tan prolongada se les está hurtando la magnífica e inolvidable experiencia de estudiar en la universidad: la socialización y sociabilidad en el entorno, los recursos de todo tipo que ofrece la universidad... son aspectos que apenas han podido disfrutar y la perspectiva no es nada halagüeña.
Algunos aspectos, sin embargo, pueden reseñarse positivamente. No sé si son las circunstancias actuales o el efecto de este traslado a casa y a distancia, pero al menos en los cursos que imparto me estoy encontrando que la calidad de los trabajos de los estudiantes es muy superior a cuando vivíamos en la situación normal anterior. Se nota un esfuerzo mayor y concentración en las lecturas, en la elaboración de trabajos prácticos... como si el estar siempre en casa ayudara mucho más a concentrarse en el estudio. Sería resultado, de alguna manera, de un cierto recogimiento monacal. Pero que no se me entienda mal: creo que esto nace de la consciencia de la dificultad, que pone en marcha recursos de comunicación que faltan. Por ejemplo, este año los estudiantes se comunican conmigo muchísimo más por correo electrónico. Parece que buscaran ese contacto que nos falta a todos, aunque en condiciones normales la comunicación con buena parte de los estudiantes en nuestro pasado presencial fuera escasa o simplemente nula.
En fin, como solución, la más deseable en una universidad que ha sido siempre presencial sería volver a estar presentes y retomar nuestra vida académica con normalidad, con un "decíamos ayer". Las facultades solitarias directamente dan pena: bibliotecas vacías, pasillos desolados... Necesitamos volver. Aunque es cierto que el aprendizaje en recursos comunicativos virtuales que hemos desarrollado deberemos incorporarlo a nuestro bagaje, para mejorar la enseñanza y para comunicarnos más eficientemente con nuestros estudiantes. No creo que las universidades presenciales deban transformarse en universidades a distancia, pero sí que todo esto debería hacernos reflexionar, en particular en España, sobre la confusión entre presencialidad y presencialismo, reduciendo tal vez las horas de clase y ampliando las posibilidades y capacidades, que vemos que son muchas, del trabajo autónomo de los estudiantes en su propia trayectoria. Veremos qué pasa y cuándo volveremos a la normalidad.
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