jueves, 6 de noviembre de 2025

¿Cómo es que el cine sigue siendo igual que hace 20 años?

Durante algunas épocas de mi vida fui habitual de las salas de cine. Particularmente entre 2006 y 2007, los años en que estuve acabando mi tesis doctoral en París, fui prácticamente al cine cada día, disfrutando muchas tardes de dos sesiones seguidas, e incluso alguna vez de tres. En aquellos años lo ví todo o prácticamente todo. Realmente era el momento propicio: la oferta de cine de París era entonces (ahora no lo sé, la verdad) espectacular, inigualable, inacabable, mundial... Se podía ver cine de todas partes del mundo, de todas las épocas, la red de salas de cine era impresionante y las opciones de abonos para usuarios frecuentes eran tan beneficiosas que tenían que aprovecharse. Cada entrada salía para un abonado frecuente por una cantidad irrisoria si, como era mi caso, consumía unas 20 películas al mes, si no más. Era una válvula de escape magnífica, tras jornadas de trabajo pegado al ordenador escribiendo, pasar la tarde-noche entera en el cine. Vaya si aproveché la ocasión aquellos años.

Después, al regresar a España, bajé el ritmo. Ni la oferta de Madrid, y después de Barcelona, es la misma, ni aquí han existido nunca los abonos de los que disfruté en París. Aún así, seguí yendo al cine con bastante frecuencia hasta exactamente el año 2013, cuando nació mi hijo. Entonces dejé completamente de ir al cine y después, con los años, pasé a consumir productos audiovisuales y cine infantil, que tampoco está nada mal. Son épocas de la vida.

El caso es que la otra tarde volví al cine, a una de las pocas salas de referencia que quedan en Barcelona. Lo viví como algo importante: una especie de regreso a las raices. La primera constatación es que el cine estaba casi vacío: eramos cuatro gatos en la sala, todo un viernes por la tarde. Todos los presentes peinando canas. Salvo una pareja más jóven, que rondaría los 40, yo creo que era uno de los más jóvenes entre las alrededor de 15 personas que estábamos allí.

Pero lo que más me sorprendió, y es donde quería llegar, es que, leyendo las descripciones y viendo los trailers de las películas que se ofertaban, viendo los anuncios de las películas que se anuncian para las próximas semanas y meses y la propia película que elegí, es tener una tremenda e incómoda sensación de déjà vu. Casi 20 años después de la gran inmersión en el cine parisino, tuve la impresión de que las narraciones, las problemáticas, los personajes, los escenarios y las escenas, los contextos, las formas de actuar, los lenguajes, la música, los guiones... son los mismos que yo consumía hace 20 años. ¡Hasta la sintonía del programa Europa Cinemas es la misma! ¿Se ha quedado el cine anquilosado? Tuve una desasosegante sensación de que el tiempo no había pasado. Allí estaba yo, viendo una película de hoy... contada igual que hace 20 años. Me parece que pocos ámbitos de nuestra sociedad pueden decir lo mismo. Eso sí, tiene pinta de que a las nuevas generaciones el consumo de este tipo de producto cultural no les interesa demasiado. En fin.. volveré al cine, porque es siempre una magnífica experiencia, pero espero que no vuelva a ser otro viaje igual en el túnel del tiempo, que ni siquiera evoca nostalgia.